En la previa del asado número 300, el gran acontecimiento del año, el grupo de WhatsApp arde con un debate: si habría gourmeteada o si sería un asado liso, criollo y llano. Los 38 participantes del grupo discutían si la fecha especial ameritaba o no tirar a la parrilla cortes que no fueran vacío, picana y las entrañables entrañas de todos los jueves. Con mucho viento a favor y sólo por la ocasión, podría haber uno de los cortes polémicos, el que está en el límite de lo que ya no es asado: matambre. Ríos de tinta, de planteos casi filosóficos detrás de lo que debe y lo que no debe asarse, para que al final, la gourmeteada haya estado ahí: de entrada, bondiola de cerdo al disco.

Noche fría, muy fría en el penúltimo mes del año. Los guardias del acceso al country ubicado en Tafí Viejo ya son capaces de indicar de memoria dónde es la casa de Sergio Jorrat, el anfitrión de esta noche de gala. Son 300 asados, 300 jueves religiosamente consecutivos de este ritual que cambia de templo todas las semanas. “Y es que no hay casa ni esposa que aguante 15 o 20 borrachos por noche”, admite alguien en la ronda alrededor del fuego.

El 30

Es el asado número 300 y hay más convocatoria que nunca: 30 personas (todos hombres, todos de apenas poco más de 30 años), hay 30 kilos de carne y 30 remeras con el logo del Asado #300. Todos ingenieros menos uno, sacan cuentas: están llegando exactamente al 30% del recorrido que los llevará hasta “Los 1.000 Asados”, tal el nombre de este no-club que nació hace casi seis años con la sola idea de... juntarse a comer asado.

El mayor triunfo del equipo, admiten al unísono, es la continuidad y la perseverancia en un partido que finalizará dentro de 13 años. De los 300 jueves de asado solo tres no pudieron concretarse (¡tres, en casi seis años!) y el faltazo se debió siempre a fuerza mayor: el fallecimiento del padre Jorge “El Indio” Asís, la recibida de David “El Oso” Diosque y un viaje relámpago al Oktoberfest.

La lista

¿Cómo se organiza un asado semanal para 15 personas en promedio, cuando a veces resulta tan complicado hacerlo para mucha menos gente y con mucha menos frecuencia? La respuesta es: con voluntad y en menor medida con organización

El ritual comienza entre el martes y el miércoles. A veces el lunes, dependiendo de la ansiedad. En el grupo de WhatsApp comienza a circular la lista que cada uno debe ir completando, haciéndose cargo de una tarea: casa, carne, carbón, pan...

La casa es siempre rotativa. Para comprar la carne, después de probar, se casaron con Víctor, el carnicero que los conoce como “los vagos de los asados de los jueves”. Hasta el jueves al mediodía se puede confirmar asistencia y Víctor les acerca la carne. En general, el que la recibe es Nicolás “Merky” Mercado, el mejor promedio de asistencia a los asados y, casualmente, uno de los pocos que no ha egresado del Instituto Técnico de la UNT, de donde salió el núcleo central de “Los 1.000”.

Los demás ítems de la lista pueden variar de mano en mano. El que se encargue de la bebida deberá saber que: muchísimo fernet, coca “de verdad” y sin azúcar, casi nada de vino, algo de cerveza. En la víspera del asado #300, el otro debate fue en torno a un exhaustivo análisis de conveniencia respecto de los precios de las latas de diferentes capacidades y calidades. Debate encendido, bien argumentado con fórmulas matemáticas en este grupo de 99% de ingenieros a excepción de un diseñador gráfico, Gonzalo “Chicho” Uda.

La marca

“Chicho” es el responsable de la imagen del grupo. Él ha diseñado la marca que se replica en, a saber: tablas de madera, vasos térmicos, termos, remeras, cubiertos, gorras, banderas que viajaron por el mundo, calcomanías… y próximamente en carcasas de celulares. El diseñador, cada jueves, crea un meme cómico, siempre con un toque fuerte de actualidad, en el que además de hacer reír anuncia el número de asado del día y se repite el grito de guerra de este no-club: “joya que hoy es jueves”.

El “marideo”

Asado itinerante y deambulante, pero siempre hay asado el jueves. El tema es conseguir las credenciales para estar invitado. “No es un tema de exclusividad, para nada. Es un problema de cantidad, no siempre hay casas disponibles para 20 personas un jueves, organizar las compras, dividir los gastos… por eso no lo podemos abrir más”, explica “El Oso” Diosque.

Y es que el rumor se ha diseminado y quién no quiere comer un asado un jueves. Siempre hay alguien o varios álguienes que quieren sumarse, ser invitados, pero no siempre se puede. Cuando lo logren, serán nombrados maridos del que lo haya invitado. Hay quienes opinan, tajantemente, que ya no habría que incorporar más maridos al grupo, porque siempre algún marido queda. Otros sostienen que gracias al marideo han nacido grandes amistades.

Constancia y perseverancia serían imposibles sin organización, ganas y voluntad de cumplir algunas reglas más o menos claras. En “Los 1.000 asados” cada uno lleva sus cubiertos y su vaso. También se ayuda a lavar ensaladeras y fuentes y a acomodar la casa. Hay que confirmar asistencia. No hay que llevar maridos sin consultar. Y hay que hacer ensaladas si el destino lo decide: a quien le toque los cuatros o los cincos en una repartija de cartas de truco tendrá que marchar con la cabeza baja a la cocina a entendérselas con los vegetales. Una vez comidos, aplaudidos sin aplausos los asadores, con la mesa como ha quedado, empieza el brindis en serio. Algunos ya están en la mesa de truco, adentro de la casa, a media voz, porque duermen la señora y la bebé. Objetivo principal, que ella no se enoje, porque si ella no quiere, tal vez no haya más asados en esa casa.

El reloj trota y después galopa. Algunos, señoritos ingleses, dejan el vaso a la 1 en punto para llegar dignamente al trabajo al día siguiente. Otros tienen horarios más laxos: se rumorea que Esteban “Rulo” Azaretzky puede trabajar en pijama desde su casa, y Maxi Lomenzo, si está en Tucumán, es porque tiene días libres. Él y Daniel “El Decano” Martínez siempre van a insistir con que la reunión se traslade al boliche de los jueves.

Jueves santo

La noche puede ser al fallo o puede ser medida. “Algunos le tienen miedo a una juntada un jueves, porque al otro día se trabaja. Pero uno lo regula, y si venís todos los jueves podés comer, tomar un fernet y después irte a la casa, no siempre tiene que ser al fallo. Aunque a veces…”, cuenta Nicolás, el de la asistencia casi perfecta.

Son 300 asados, las ganas están intactas y cada jueves hay más entusiasmo y están mejor organizadas las cosas. Nunca falta nada aunque las tareas no se reparten de manera equitativa; es algo que se asumirá si se quiere mantener el fuego encendido para que sigan los asados.

Hacen ruido

Entre otros adoradores del asado, “Los 1.000” ya están bien identificados. “Son conocidos, parece que hacen las cosas bien”, dice Rodolfo Medina, integrante de otro club de asados tucumano, uno decididamente cerrado y hasta con comisión directiva. El ruido de “Los 1.000” ha llegado y ha inspirado: de un grupo de egresados también del Técnico surgió el grupo “Los 100 asados”. “¿100? Parece joda. Todo bien con inspirar a otros piernas, pero si copiás la idea hacé los 2.000, los 10.000 asados. ¿Los 100?”, se pregunta una voz en off que prefiere patear afuera la polémica.

No todos parecen tan contentos con el grupo, pero lo siguen intentando y van a todos los asados, claro. “Juanchila” Leal es el contra, una voz en la nuca que recuerda que así no está bien, que se puede hacer mejor. “No, si hay algo que no hacemos es las cosas bien. Estamos en el asado 300, ¡300!, y la carne llegó a las 19 y el carbón a las 21. Eso no es hacer bien las cosas”.